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lunes, 7 de julio de 2014

Qué comer (y cómo sobrevivir) en el nuevo restaurante de Chicote en Madrid







ALBERTO CHICOTE

Alberto Chicote es un buen cocinero. Lo demostró en su primera etapa en el desaparecido Nodo, cuando el empresario Benjamín Calles le contrató para poner en marcha el que se convertiría en un rompedor restaurante para la época. En ese tiempo Chicote logró abrir nuevos caminos a la cocina de fusión hispano-oriental con algunos platos que han sido luego muy imitados, especialmente el tataki de atún con ajoblanco. También fue pionero en traer a Madrid la carne de wagyu, ahora tan popular pero apenas conocida entonces. Vino luego una etapa de estancamiento que acabó con su salida de Nodo y de su hermano menor, Pandelujo. Por casualidades del destino, Chicote ha acabado convertido en una estrella de la televisión, un medio para el que ha demostrado muchas aptitudes. No vamos a analizar aquí los programas en los que participa, en los que lo que prima es el espectáculo y no la cocina. Pero el éxito mediático hay que intentar rentabilizarlo, así que con el apoyo de algunos socios se ha lanzado a abrir un restaurante al que se le ha añadido un «by Chicote» para que no haya lugar a dudas.

2LAS MESAS

La mayoría de las mesas (sin mantel como viene siendo costumbre en tantos restaurantes "informales" y bien apiñadas que hay que aprovechar el espacio), son de madera, alargadas y hay que compartirlas con personas desconocidas de las que escuchamos todas sus conversaciones. Lo siento pero yo ya estoy mayor para estas cosas. Me gusta una cierta intimidad.

3DÓNDE SENTARSE

Procuren que no les sienten en los sitios más próximos a las parrillas centrales donde se hacen las brochetas. La extracción no es mala pero en esas zonas les llegarán todos los olores y buena parte de los humos.


4EL HIELO Y EL AGUA

Muy bonito y práctico el espacio con hielo para poner las botellas de cerveza en el centro de cada mesa. Pero hay una pega, probablemente por la condensación gotea continuamente agua al suelo. La señora que tenía al lado (comía con su marido y su hija y puedo darles toda clase de detalles sobre su vida) se ha empapado. En el suelo había un buen charco (tengo fotos, para los escépticos).

5EL SERVICIO

Joven y muy amable. Algo estrambótico el uniforme, pero supongo que eso es moderno. Con algún despiste. Procuren revisar la cuenta, a esa simpática familia con la que compartía mesa les habían metido un plato que no habían pedido ni comido.

6LA IDEA

«Yakitori» en Japón es todo lo que se cocina ensartado en una brocheta. Jugando con esa palabra, el nuevo restaurante se ha llamado Yakitoro y está dedicado fundamentalmente a las brochetas en el sentido más amplio de la palabra. Aunque la idea es buena, queda bastante por mejorar.

7LA COMIDA

La base son las citadas brochetas. Muy irregulares. Están buenas las de albóndigas de pollo ligeramente picantes (5,10 €). Correcto el espeto de (una) sardina (5,10), aunque resulta complicado de comer, sobre todo en mesa compartida. Y decepciona la de atún rojo lacado sobre salmorejo (5,80) con el pescado seco y quemado por fuera, lo que demuestra poco cuidado en las parrillas. De lo que no son brochetas, lo mejor las patatas fritas en tempura (3). Rico aunque pringoso el panecillo de arroz con panceta ibérica y pepino (4,70), homenaje al que hace David Chang en Nueva York. De los postres, poco afortunado el crumble de manzana con helado de vainilla (3,50) que llega algo pegado al recipiente.

8LA BEBIDA

Varias cervezas, en formatos siempre superiores al medio litro, que se mantienen frías en el hielo del centro de la mesa. Pocos vinos aunque seleccionados con buen criterio. La verdad es que el tipo de cocina y el lugar no invitan a pedirlos.

9EL PRECIO

Con el servicio me ha parecido lo mejor. Muy contenido, aunque las raciones tampoco son especialmente abundantes. Con las patatas, la sardina (1), las albóndigas de pollo (6), el bocadillito de panceta, el atún, el crumble, un café solo y una Cruzcampo de tres cuartos de litro, 35 euros.

10LA GENTE

Casi lleno. Mucha decepción por no ver por allí al cocinero que ha puesto su nombre al local.

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